He visto a una vieja amiga. He visto su cara anaranjada por la luz de las farolas. Creí que ya nunca volvería a verla, pues renegaba de mi pasado, pero una noche, sin saberlo, fui yo quien quiso encontrarla. Se me hace raro volver a sentir todo aquello, no sé cómo manejarlo. ¿Debería volver a dejarlo todo atrás y arriesgarme a encontrármela otro día? ¿O debería ser claro e intentar recomponer la situación ideal? De todos modos, ¿cuándo ha sido claro un adolescente de veinte años?
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