10 de abril de 2013

24/7

"Lo haré, les decía sonriendo la niña, sólo soy una esclava: la esclava del Señor. Se acordaba de la frase de su amiga y la repetía complacida porque le traía su recuerdo. La obediencia tenía que ver con la felicidad, era consentir, renunciar al ser. El no ser era la riqueza, dejarse llevar por lo que te salía al paso, como hacían esas ramas que se llevaba la corriente de los ríos: no perseguir objetivo alguno."


Y que se duerma el mar, Gustavo Martín Garzo

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