Paseaba por encima de nosotros, con esos movimientos espasmódicos propios del frío nórdico. Su mirada vagaba entre nosotros, y su atención se paró en aquel objeto brillante que tenía entre mis manos. Se posó ante mí como caída del cielo, y con una reverencia me permitió coronarla. Volvió a alzarse, y la multitud gritó. Y más tarde, el mundo la reconocería como la reina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario