14 de mayo de 2010

Hipotermia

Cuando llueve, las gotas de agua que saltan desde las nubes, se acumulan sobre los caminos de tierra, formando charcos. Las ondas van perdiendo su fuerza, desde el punto exacto donde ha caído la gota, hasta que se pierden, en un intento de llegar al final del charco. La arena, sufre el peso del agua, pero lo soporta con un estoico esfuerzo; intenta absorber toda el agua que puede, pero hay tanta...

El chico, sentado en un banco bajo la lluvia, observa cada piedra que se ve claramente a través de ese agua transparente. Ve un pequeño palo, lo coge, y traza una línea en la tierra. Instantáneamente, ésta se mezcla con el agua de encima, provocando una dispersión de la arena en el agua, haciendo que se vuelva turbia y opaca. El chico se siente identificado con el agua. Algo que intenta ser absorbido, pero aún así, se resiste y acaba por vencer. Algo aparentemente tranquilo, pero que puede llegar a enturbiarse en un instante, solo con trazar una simple línea recta. Solo que aquel chico se sentía como si alguien hubiese apuñalado la arena con insistencia, como si su agua se hubiera enturbiado tanto que ya no le permitía ver la luz mas que por los contornos de las sinuosas y abstractas formas que producía aquella, que parecía bailar dentro del agua.

La lluvia ya había parado entonces, pero la temperatura seguía siendo baja. El chico ya no sentía esas pequeñas puñaladas heladas clavándose en su espalda, pero seguía tiritando de frío. Intentaba calentar sus brazos y sus manos con su aliento. Un intento fallido, porque el aire que salía de su boca era más frío si cabe, que el de la calle.





Uñas moradas...




Hipotermia...



Tenía la certeza de que alguien le observaba. Puede que supiera que yo estaba allí, pero no me vio. Era alguien mayor, alguien que no se preocupó por su presencia allí, donde no debería estar, ni le ofreció calor al verle tiritar. Había alguien más. Una voz que le llamaba, ambos la escuchamos. Era una voz de niño, pero profunda, con un tono que no expresaba preocupación, solo dejaba ver las ganas que tenía de reírse de él. El chico se giró, pero no vio a nadie, así que decidió no hacer caso de aquella voz, con la esperanza de que se fuera, cuanto antes, y lo dejase solo, como le gustaba tanto estar.

Vi que nadie se había fijado suficiente en él y supe que nadie iría a ayudarlo, a sacarle de esa espiral de tristeza, de soledad, a ese círculo vicioso del que nunca saldría sin ayuda. A medida que avanzaba, mis pies se hundían más en los charcos dejándome las bambas perdidas de barro, pero no importaba. Llegué, él me escuchó y giró la cabeza.

Hacía frío, sí, pero me quedé helado. Más aún de lo que ya estaba.
Aquel chico... era yo.

2 comentarios:

  1. Para mí, creo que es una de las mejores entradas de todas. Está muy bien. Pero de verdad te sentias asi cuando lo escribistes?

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  2. También es una de mis entradas favoritas, y sí, es una situación y unos sentimientos reales. Claro que de esta entrada hace ya más de un año...

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