Tropezaron con una rama caída, lo suficientemente robusta. La cogieron y siguieron su camino, con el único miedo de no poder verse.
Llegaron al acantilado. El fuego estaba cerca, pero preferían el agua. Se miraron a los ojos, y sin apartar la mirada, él sujetó la rama entre sus corazones. Se fundieron en un abrazo eterno.
Es más dulce la muerte que...
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