Lo alimentamos y hacemos que crezca. Lo limpiamos cuando cae en el barro. Lo cuidamos, pero aun así, enferma. Se cansa de nosotros y nos quiere eliminar. Es desagradecido, y nos hace pasar malos ratos. No somos suficientes para él, necesita relacionarse con otros cuerpos, aunque no siempre se lo permitimos. Y acaba por vengarse. Nos abandona en medio de un mundo en el que ser etéreo no sirve de nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario