Al principio dolía el destello que desprendía, pero poco a poco la llama se fue apagando, y finalmente solo quedaron unas pocas brasas. Luego descubrimos la electricidad. Esas bombillas. Ese fuego que no quema. Que está encerrado. Que es tan poco natural. Pero acabó por fundirse. Hemos aprendido a pasear en la oscuridad, orientándonos por nuestras voces. Y con eso tenemos suficiente.
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