El frío del vaso congela tu mano. Vuelven a helarse los pies. Es de noche entre los libros y los árboles, y tú solo puedes beber. No, tampoco puedes beber. El alcohol debería entrar en ti, pero está saliendo. La corriente lleva al mar. Una corriente amarilla que recorre kilómetros de vías abarrotadas de vidas vacías. Un mar de asfalto que has de cruzar para terminar con todo.
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