El pobre Dragón solo tenía hambre, y se instaló cerca de la ciudad más grande que conocía. Pensaba que en un pueblo pequeño la pérdida de una persona afectaría mucho más, y que en la ciudad todos serían más comprensivos. "La tierra de las oportunidades", le habían dicho. Pero terminó apuñalado, y en sus últimos delirios le pareció que la sangre vertida tomaba la forma de un rosal que vengaba su muerte pinchando la piel del caballero.
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