31 de diciembre de 2012

Muerte celestial

Anochecía sobre nuestras cabezas, pero no sobre nuestras mentes. En aquel vasto campo de cemento tú y yo éramos ajenos a la multitud, disfrutando de la luz artificial que nos brindaba nuestra música. Bailamos y cantamos hasta caer de rodillas, riendo, el uno frente al otro. Tu mirada valía más que cualquier astro. Cerraste los ojos y la noche me sorprendió. Me quedé dormido sobre la piedra, con la cabeza sobre tus piernas, frente al mar. Ahora lo recuerdo todo con más claridad.

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