15 de abril de 2013

Netherlands

A penas he tenido tiempo de perderme entre esos edificios, la mayoría oscuros, puntiagudos y con unas ventanas enormes. Casi no he tenido tiempo, digo, de pasear sin rumbo junto a los canales, bajo las gaviotas y sobre los adoquines. Me ha faltado tiempo para hacer algunas fotos y, haciendo honor a las costumbres (¿Cómo no?) entrar en un Coffe Shop y fumar algo de costo.
De lo que sí he tenido tiempo es de enamorarme de esta ciudad. De proyectarme en ella. Ahora la distancia y la reflexión hacen que me de cuenta de que una gran parte de mí siempre ha estado allí. De que cuando nací bien podrían haberme llamado Ámsterdam. I amsterdam. Soy cada barquita inestable de sus canales. Los coches que aparcan justo en el borde. Soy el caos aparente de tranvías, bicicletas y peatones. Soy, aunque no reconozca que me guste, cada escaparate del barrio rojo, con todo lo que eso conlleva. Cada avión que aterriza. Cada tren que se va.

No hay comentarios:

Publicar un comentario